lunes, 25 de agosto de 2014

El Vanclarista, su ideal y el diálogo con Cristo…

“Van-Clar” es un un grupo que conduce siempre a cada miembro a tener experiencia profunda de amistad con Jesús como discípulo-misionero desde su condición de seglar y con la valiosa ayuda del espíritu y espiritualidad de la Beata María Inés Tersa del Santísimo Sacramento, su fundadora.

Las cartas y escritos de la beata, marcan la pauta a seguir para llegar a ser lo que ella misma esperaba de un Vanclarista: “llenos de fervor, de fuego juvenil, de anhelos de pureza, de sacrificio, de abnegación”. Nuestra Madre la beata María Inés, espera de los Vanclaristas laicos “dirigentes”, como fermento del Evangelio en medio del mundo, que sepan “ante todos dar testimonio de Cristo con una vida recta, limpia… un grupo que de veras se entregue al servicio de Dios y del prójimo” decía ella con entusiasmo.

En los Últimos meses ha sido muy considerable el incremento de aspirantes y prevanclaristas que han llegado a engrosar las filas de los diversos grupos alrededor del mundo. Hoy quiero invitarlos a hacer un alto en el caminar y detenerse a reflexionar en una cosa que expreso tomando textualmente unas palabras de Mons. Juan Esquerda Bifet en su libro sobre Van-Clar “VEN Y VERAS”: «Si “VIVIR PARA CRISTO” es el lema del Vanclarista, ese vivir no sería auténtico sin una fuerte experiencia de Cristo, en diálogo con Él, escondido en la Eucaristía y en el Evangelio, esperando en el corazón de cada hermano.»

Un Vanclarista es una persona que se tiene que dejar poseer por el Amor de Dios. La Iglesia los necesita así: “La Iglesia necesita de estos elementos juveniles y aún de mayor edad, para sembrar el bien por todas partes por donde pasen, asemejándose así a su Divino Maestro que: PASÓ POR EL MUNDO HACIENDO EL BIEN…” (Carta de la beata María Inés a Van-Clar en 1973). Cada uno de nosotros —lo sabemos perfectamente— ocupa un lugar muy importante en el Corazón de Dios, somos únicos e irrepetibles, no hay nadie como yo. ¡Ni siquiera los gemelos idénticos son iguales!, hay algo que los hace distintos. Para Dios, cada uno de nosotros somos un amigo como no hay otro. Para anunciar a Cristo como Misioneros hay que ser primero amigos de Él, es así que el primer paso que ha de dar un laico que llega a este grupo, es hacerse amigo de Dios. Muchos jovencitos de hoy en día y, en general, muchas personas, piensan que es imposible establecer una amistad con Dios. Dios nos invita como Amigo a experimentar su amor amándole a El y a nuestros Hermanos.

Un laico que llega a cualquier grupo de Van-Clar, debe hacer crecer en él lo que llamamos «Espiritualidad», que es el camino que se ha de recorrer para cumplir la Voluntad de Dios como amigo suyo. Los santos, para mucha gente, han pasado de moda junto con palabras como esta de espiritualidad. Hay muchos jóvenes e incluso adultos que piensan que estas son cosas del pasado, da la impresión de que algunas palabras no las quisieran ni escuchar porque estorban a la vida de la sociedad de hoy: rezar, moral, confesarse, virginidad, rosario, espiritualidad y otras más. Sin espiritualidad ningún creyente puede vivir. ¨Sin un camino, ¿será posible llegar a alguna parte?…

La Espiritualidad nos debe mover a querer estar con Jesús, que es quien nos ha llamado a ser misioneros. Dice Nuestra Madre la beata María Inés en una de sus cartas a Van-Clar: “Como quisiera que todos mis Vanclaristas se actuaran muy bien de su gran responsabilidad de almas de apóstoles, especialmente llamadas a estar con el Señor. Estando muy unidos a El, cuánto bien aún sin sentirlo, sin saberlo irán sembrando, y predicando a sus compañeros de estudios, de trabajo, de oficina, de viaje, etc. etc.”.

Dios sale al encuentro de cada Vanclarista, nuestro Señor quiere abrir a cada uno los brazos de su amistad, El está deseoso de tener amigos y tiene cosas especiales reservadas para ellos que quizá los que van por el camino de la mediocridad no entienden. No hay razón alguna que valga para que un Vanclarista se aparte de esta amistad con Dios. Los grupos de Van-Clar han crecido, pero no debemos ver solamente el número, debemos preguntarnos ahora: ¨Ha crecido junto con eso nuestra espiritualidad? ¨Se ha hecho más grande nuestro deseo de ser amigos de Dios? ¿Hemos sabido sacar provecho de este amor de predilección que Dios nos tiene? ¿Nos hemos hecho más amigos de su Madre Sant¡sima? ¿Hemos recorrido la vida en Vanclar solos o con el Señor?

A mi siempre me ha impresionado abrir la Escritura y volver a leer una y otra vez los pasajes en los que Jesús llama: Jn 1,46; Jn 1,39; Mc 3,13-14;Jn 1,43; Jn 15,16; Mt 9,13; Mt 4,19; Mt 8, 22; Mt 9,9 y muchos textos más. La llamada de Cristo sigue resonando en muchos corazones, pero el riesgo de hoy sigue siendo el mismo que en tiempos del Maestro, cuando aquel joven rico no valoró la mirada de amor que Jesús le dirigió y se marchó lleno de tristeza apegado a sus riquezas (Mc 10,21-22). Veo con tristeza, que son muchos hombres y mujeres de hoy que se quieren quedar apegados a sus cosas y no se lanzan a responder a Cristo, y ya no digo a una vida de consagración en la vida sacerdotal y religiosa, a la que de por sí muchos ven como algo ajeno o… ¡peligroso!, sino que ni siquiera se ve en algunos miembros de la Iglesia el deseo de responder a una vida cristiana en el mundo. Nuestra Madre la beata María Inés, quería que el Vanclarista fuera el brazo derecho de los consagrados de nuestra Familia Inesiana. ¿Se podrá ser brazo derecho sin espiritualidad?

Van-Clar ofrece un gran regalo de Dios al laico de hoy, la posibilidad de compartir la vida con Cristo, la posibilidad de vivir la vida en Cristo, la posibilidad de entregar la vida por Cristo. La espiritualidad ayuda al Vanclarista a caminar en la búsqueda de la realización de su opción fundamental. Esa opción es aquello que nos hace pensar cosas como esta: ¿Qué vine a buscar a Van-Clar? ¿Qué es lo que espero del grupo? ¿Qué es lo que yo puedo dar? No hay nada que pueda destruir tanto nuestra vida, dice San Juan Crisóstomo —un gran santo en la Iglesia— como el ir dejando las buenas obras para hacerlas más adelante, porque esto hace muchas veces que perdamos todos los bienes, los buenos deseos, los anhelos. Hay que desterrar de nuestra mente y de nuestro corazón esa frase tan común dque se escucha seguido: «Mañana empiezo».

Todo cristiano, por el hecho de ser bautizado, está llamado a ser santo, aquí no se le hacen descuentos o rebajas a nadie. La espiritualidad es el camino que nos irá formando en esa carrera de la santidad. Dice Mons. Esquerda en el librito que ya mencioné: “Con personas entregadas, aunque sean limitadas y pobres, Van-Clar puede hacer mucho para amar y hacer amar a Cristo y a la Iglesia. Con pesos muertos, Van-Clar se reduciría a un taller de reparaciones o, peor aún, a un museo de antigüedades o de cacharros inútiles. Pero cuando uno reconoce su realidad y quiere empezar de nuevo, entonces se recupera el tono del seguimiento evangélico en el corazón y en el grupo”.

La vida de un grupo, en todos sus aspectos, siempre ser un reflejo de la vida de las personas que la integran. Si nosotros vemos que el grupo de Van-Clar marcha bien, que hay armonía, que hay generosidad, cooperación, fidelidad, es que estos valores se están viviendo en cada uno, pero si acaso hubiera discordias, rivalidades, falta de seriedad en las relaciones fraternas, cazanovios y tumbanovias…. ¿qué hay entonces en el corazón de cada uno? La Escritura es clara, “donde está tu tesoro, allí está también tu corazón” (Mt 6,21), “Nada hay fuera del hombre que, entrando en él, pueda contaminarle; sino lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre.” (Mc 7, 15).

Hermanos y hermanas Vanclaristas, necesitamos espiritualidad, necesitamos recorrer este camino para, como dice Nuestra Madre la beata María Inés Teresa del Santísimo Sacramento: “VIVIR PARA CRISTO, sanando el ambiente con el «buen olor» de Cristo, con el perfume de las virtudes cristianas” (Cta. a Van-Clar). ¿Qué nos faltará algunas veces? Sin duda, ponernos a caminar, amar sin medida, coraje para vivir esa espiritualidad que nos debe sostener, deseo ardiente que haga que nuestra vida no se diluya y termine vacía, perdida en medio de las rivalidades y discordias de la sociedad en que vivimos. La Espiritualidad debe impregnar la vida diaria del Vanclarista y esta espiritualidad se expresa, como dice san Juan Pablo II en la Redemptoris Missio: “Viviendo con plena docilidad al Espíritu; ella compromete a dejarse plasmar interiormente por él, para hacerse cada vez más semejantes a Cristo. No se puede dar testimonio de Cristo sin reflejar su imagen, la cual se hace viva en nosotros por la gracia y por obra del Esp¡ritu”. (R.Mi. 87).

El Espíritu del Vanclarista es Misionero por excelencia, está plasmado en una espiritualidad que nos ha dejado Nuestra Madre Fundadora y que es Eucarística, Sacerdotal, Mariana y Misionera vivida en la alegre entrega. Siguiendo el camino de la espiritualidad, el Vanclarista se va formando un ideal, un ideal que es una aspiración suprema. Para terminar este mal hilvanado artículo, quisiera que escucháramos a Nuestra Madre la beata María Inés hablar del ideal: “Tengo para m¡, íntimamente, que el ideal es la muralla donde se estrellan las sugestiones diabólicas, es el escudo, donde rebotan las flechas enemigas, es el baluarte desde donde se ve venir con calma al enemigo, porque se está seguro”. “El ideal acrecienta las fuerzas del alma, la sostiene y robustece en sus debilidades, le hace dulce lo que es amargo, la llena de santos deseos, la inflama en el amor divino, y aquilata su celo por la salvación de las almas”. “A pesar de mis muchos defectos y faltas, mi alma está enamorada del ideal, él es, el que me ha de salvar, de corregir, de perfeccionar. En la sed ardiente que siento por la salvación de las almas, él es el que me ha de proporcionar medios y ocasiones, de renunciamientos, de vencimientos, de pequeños y ocultos sacrificios, que son las monedas con que se compran las almas para Jesús” (De sus Ejercicios Espirituales).

¿Cuál ha sido el ideal de tu vida?, ¿Haz sacrificado por él otros valores? Sí, piensa ahora, como Vanclarista: ¿Cuál es el ideal de tu vida? La unión con Dios en cuanto relación de amor: La santidad, la realización del proyecto de Dios sobre ti, el fuego de la misión, alcanzar la coherencia en la vida bajo la mirada amorosa de la Virgen María, la primera discípula-misionera, para  transformar la sociedad edificando la nueva civilización del amor.

Alfredo Delgado, M.C.I.U.

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